LA VIDA ES UN PERENNE COMBATE
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En tiempos difíciles
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quién puede precipitarse sin hacer ruido.



Víctor Valera Mora
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EL APÉNDICE DE PABLO N° 6

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UN MAESTRO QUE INSPIRA
Manuel Ferreira
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TRES POEMAS / BUKOWSKI
Miguel Hidalgo Prince
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LA NOCHE DE LOS CALVOS
Salvador Fleján
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EUGENIO MONTEJO
Mónica Mestre García
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POEMA ERÓTICO
Maribel Anaya
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DE LA LITERATURA Y LAS CARRETERAS / CARLOS ÁVILA
Mario Morenza
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EL VERDADERO
Ana Lucía de Bastos
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ESTOY AQUÍ ABAJO
Mario Morenza
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TÍO FEDE
Alberto Bueno Rangel
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LOS AMOS DEL REBOTE
Ana García Julio
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CANCIÓN DE AMOR
Yoel Villa
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POSTAL
María Dayana Fraile
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Mónica Mestre García *

EUGENIO MONTEJO

SIEMPRE ESCRIBIÓ PARA DESPEDIRSE

Réquiem de pájaros es el libro inédito que culminó poco antes de morir
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Luis Alberto Crespo y Gustavo Pereira hablan sobre su obra y experiencias junto a este gran poeta venezolano.
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Apenas Luis Alberto Crespo se bajó del avión al llegar a Lisboa vio a su amigo Eugenio Montejo, quien lo esperaba pacientemente al pie de la aeronave. Era la época en que Montejo ejercía funciones como Agregado Cultural en la embajada de Venezuela en Portugal. Ese día ambos recorrieron la capital europea hasta bien entrada la noche, guiados por la bitácora del famoso bardo Fernando Pessoa.


“A través de Eugenio conocí la Lisboa de Pessoa, fuimos a los lugares que él solía visitar, caminamos junto al río Tajo en una atmósfera de quietud que bañaba a la ciudad de un aspecto provinciano”, recordó con nitidez el actual presidente de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, al poeta y ensayista Eugenio Montejo (1938 - 2008).

No sabemos si influido por este autor portugués, a quien por supuesto admiró mucho y leyó con fervor, Montejo también adoptó la escritura a través de los heterónimos. Lo cierto fue que los desarrolló y su voz que era una y varias a la vez, se multiplicó en diferentes vertientes.

Subrayó el presidente de la Casa Nacional de las Letras que Eugenio Montejo, además de ser distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1998, posteriormente obtuvo el prestigioso galardón internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo. Este evento aunado al hecho de que su obra haya sido traducida a varios idiomas y de que uno de sus poemas fuese elegido por el director mexicano Alejandro González Iñárritu, para ser citado por el protagonista de su película 21 gramos constituye para Crespo una “prueba irrefutable de su universalidad”.


“Sin duda, cualquiera de nosotros que ame la poesía tiene que sentir un gran pesar porque se ha interrumpido una voz esencial, no sólo de la literatura venezolana, sino del mundo”, agregó el intelectual.

Una vez en Caracas y siendo vecinos, Luis Alberto y Eugenio coincidían en los lugares más “inesperados pero siempre gratos”, como en los supermercados y panaderías cercanas a su sitio de residencia, lo que para Montejo revestía una gran importancia pues su papá ejerció el último de estos oficios y continuamente lo mencionaba.

Observó Crespo que precisamente uno de sus mejores ensayos titulado El taller blanco, en el que reflexiona sobre el quehacer poético está vinculado con sus recuerdos junto a su padre panadero.


Aunque según la opinión de Crespo y, en esta aseveración también lo acompaña quien fuera otro de sus entrañables amigos, Gustavo Pereira, el aspecto de la obra de Montejo que más merece la pena resaltar es el de poeta, pese a su extraordinaria faceta de ensayista. Montejo publicó: Elegos (1967), Muerte y memoria (1972), La ventana oblicua (1974), Algunas palabras (1977), Terredad (1978), El cuaderno de Blas Coll (1981), Trópico absoluto (1982), El taller blanco (1983), Alfabeto del mundo (1986), Chamario (2004) y Fábula del escriba (2006).

Tanto para Crespo como para Pereira lo mejor de su escritura estuvo al final de su vida, momento en el que logró alcanzar la “madurez literaria”. Tal vez porque pudo acumular más cantidad de recuerdos. “Eugenio Montejo fue un hombre que siempre escribió para despedirse. Es un poeta que habla de lo que se va. Es la última vez siempre de un instante. Se trata de la memoria de la nostalgia”, puntualizó el presidente de la Casa Nacional de las Letras.
Réquiem de pájaros es el título de su texto inédito, culminado poco antes de morir, y que en respeto a su última petición permanecerá así. Su viuda Aymara le reveló a Luis Alberto que poco antes de fallecer ella le preguntó por este manuscrito y que él le contestó enfático: “Ese libro no se toca”.

En lo personal, Pereira recordó a Montejo como alguien de gran ternura. Curiosamente, el segundo adjetivo después de nostálgico que el investigador Javier Meneses Linares, de la Universidad del Zulia, le concedió en un ensayo sobre su obra. Es la personalidad de Montejo la que se “filtra” a través de su poesía.


Él fue un “esclavo que perdió su cuerpo para que lo habitaran las palabras”, como reza uno de sus poemas. Aunque ya “cansado” de los vocablos expresó su deseo de escribir “con piedras, midiendo cada una de sus frases por su peso, volumen, movimiento”. De cualquier manera, tuvo claro lo perecedero pero, al mismo tiempo, importante de la existencia humana. “Dura menos un hombre que una vela pero la tierra prefiere su lumbre”, sentenció de manera fehaciente. Ciertamente, la luz de su poesía nos alumbró y continuará alumbrándonos para siempre. Paz a sus restos.





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* Colaboradora

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